miércoles, 7 de noviembre de 2018

Así sí

Mismo rival, distinto escenario, misma competición, distintas circunstancias, mismo objetivo, distinta motivación. Cuando se hace bien lo de siempre y se olvida lo de nunca, cuando te obligas a atacar y te olvidas de defender, cuando la inspiración es un balón y no una carrera hacia detrás, cuando mirar hacia adelante te convierte en valiente a ojos del mundo, es cuando las causas abrazan a las conscuencias y el resultado tiende a la favorabilidad.

El Atleti ayer hizo un partidazo, es justo decirlo. Tuvo el temple suficiente para aguantar el envite y, cuando vislumbró que su rival era más azúcar que pimienta, se lanzó a deguello con robos precisos y ataques incisos. Los imberbes alemanes supieron, esta vez, que jugar contra hombres curtidos conlleva el riesgo de salir escaldado. No se reinstauró el goal average, pero se reinstauró el orgullo y ese pedazo de gloria, a título personal, es tan suculento como cualquier vestigio de esperanza.

Ahora bien, sabemos que el equipo, en casa, sabe jugar con mordiente, con velocidad y con cierta pulcritud, y entonces nos asoma la pregunta trascendental ¿Por qué no jugamos igual como visitantes? Es allí, en los partidos a cara de perro en campos donde el pedazo de pan se paga con gotas de sudor, cuando el equipo se ha caído por el precipicio. El paso atrás le ha terminado condenando y la inoperancia le ha terminado situando en un lugar de incertidumbre. Hace falta mentalidad; si somos grandes, actuemos como tales. La cara siempre la acaban partiendo, pero uno es más feliz, aunque sangre, cuando sabe que ha sido valiente que cuando se acuesta apesadumbrado por haber sido un cobarde.

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