jueves, 8 de noviembre de 2018

El peaje de la exigencia

La exigencia conlleva un peaje, la alta competición, a menudo, tiene un alto precio que hay que pagar en forma de ostracismo o en forma de lesión inoportuna. Es la consecuencia de someter al cuerpo a un castigo inherente a la alta dosis de competitividad. Lo queremos todo y lo queremos bien, pero no somos conscientes de que estos héroes que dibujamos en rojo y blanco, no dejan de ser personas formadas por la misma estructura muscular que la nuestra.

Primero cayó Godín, luego Savic y, durante el partido ante el Dortmund, fueron cayendo, para completar el efecto dominó, Giménez y Lucas. Todos esclavos del límite físico en el que se les exige, al mismo tiempo, la misma dosis de esfuerzo y precisión. Un problema grave, el de jugar sin centrales, si tenemos en cuenta que, en un par de días, nos visitaran dos bestias del juego aéreo como Adúriz y Raúl García.

Son las vicisitudes de la élite. Querer una plantilla talentosa conlleva tener jugadores que lo juegan todo; Liga, Copa, Champions y partidos de selección. Claro queda que cobran en función de lo que generan e incluso, en la mayoría de las ocasiones, mucho más de lo que merecerían en función a la banalidad que representa su profesión, pero entre todos hemos generado este circo y entre todos lo queremos mantener. Por ello, es importante asumir el agotamiento físico y la lesión muscular frecuente en cada uno de nuestros jugadores porque están sometidos a un esfuerzo que, inducido por la exigencia, les hace ir al límite de sus probabilidades.

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