
Lucas por Hermoso; se va un campeón del mundo, polivalente, fuerte, con un fino conocimiento del oficio y llega un central algo tosco, limpio, pero con carencias en el giro. Godín por Felipe; se va un capitán, un guerrero, el alma del equipo y llega un tipo que tiene treinta años y un pasado incierto por detrás. Rodri por Llorente; se va el ancla del equipo, el futuro de la selección, el hombre que cambiará al City y llega un jugador residual, que apenas ha jugado en dos años y cuya tortuga se le va escapando poco a poco. Griezmann por Joao Félix; se va un balón de bronce, la estrella de una Francia campeona, el hombre que cambió su juego por el Atleti, el hombre que se hizo grande en el Atleti y llega un muchacho con mucha calidad pero mucha incertidumbre.
El equipo, a priori, es pero e incluso, en algunos aspectos, mucho peor. Es un aviso para navegantes, para aquellos que se ilusionan con poco y luego exigen mucho. El Atleti, con lo que tenía, ha peleado durante un lustro, como un titán para colarse entre los dos transatlánticos de la liga. Si con poco no consiguió mucho, con menos no va a conseguir mucho más.