lunes, 10 de junio de 2019

Rumore, rumore, rumore...

Llega un punto en el que la desesperación comienza a hacerse palpable, e incluso comprensible, en el seno de la afición rojiblanca. Y lo hace porque, por más que nuestro entrenador nos advirtiese, nos hemos convertido en ávidos consumidores de una ilusión que nunca se cumple. Basta ver como el vecino se deja euros por doquier fichando a quien quiere y cuando quiere para que a nosotros se nos ponga cara de tonto y lo único que sepamos, a estas fechas, es que nuestro jugador estrella ha decidido largarse a pastos más verdes.

Es la vida que nos ha tocado y por la que no hemos hecho demasiado para poder cambiarla. Se van a cumplir, dentro de unos días, treinta y dos años desde que nos robaron el club, desde que nos hipotecaron la ilusión, el punto de partida desde el que nos empezamos a hacer más pequeños mientras otros se iban haciendo más y más grandes. Que nadie se confunda, si el Atleti ha crecido potencialmente en la última década ha sido mérito exclusivo de Simeone, si por los dueños fuese, el equipo hubiese seguido quemando proyectos y vendiendo estrellas hasta el final de sus días.

Por eso Simeone propone pero ellos, que juegan a ser Dios mientras se rinden a los pecados del diablo, son los que disponen. Y generalmente disponen de algún jugador de Méndes, de algún fichaje extraño y de alguna comisión opaca. Y luego, si llega un jugador que cuaja y promete, se encargarán de ponerle una cláusula accesible y poner cara de tontos cuando les llegue la oferta. Mejor no hacer caso a los rumores, vendrá quien ellos quieran que venga y saldrá quien ellos quieran que salga.

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