jueves, 19 de septiembre de 2019

A rebato

Toda su efervescencia tiene su punto álgido, toda su montaña tiene su cima, todo tobogán tiene lo más alto de su escalera. El problema de subir es bajar, el problema de bajar es no saber cómo caer. Hace dos semanas nos fuimos líderes al parón, con la sensación de que no había mundo suficiente para nosotros y éramos capaces de afrontar cualquier reto. Regresamos y nos dimos de bruces con la realidad. Al final del tobogán de Anoeta había un charco de lodo y la efervescencia terminó de burbujear en el momento en el que Matuidi nos puso contra las cuerdas.

Entonces surgió algo. No sabría explicar bien el qué porque aún, ocho años de cholismo mediante, no soy capaz de creerme que este equipo sepa luchar, que sepa competir, que sepa tocar la fibra de su gente. Surgió un espíritu aventurero que se negaba a perder, una realidad ni disociada ni paralela, sino arrojadiza, que nos obligó a creer, un puñado de tipos vendiendo su piel a precio de oro.

El peligro de jugar con los arrebatos es que no siempre el resultado acompaña si dejas el fútbol a un lado. Las llamadas a reabato no son sino el síntoma de que la urgencia prima sobre la cordura. El Atleti tiene peores defensas y, quizá, mejores atacantes de antes. Tendrá pues, que ir pensando en reinventarse. Nadie pide locuras, suicidios, ni audacias inconscientes. Sólo un poquito de reflexión. Se puede seguir siendo intenso, metódico e incisivo, pero también se puede ser un poco más ofensivo. La intensidad, la metodicidad y la insistencia nunca estuvieron reñidas con la búsqueda del gol.

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