martes, 17 de diciembre de 2019

El peor rival posible

Me gustaría ser optimista. Me gustaría mostrarme como los tuiteros que ayer miraban al futuro con ojos de ilusión y creían que el Atleti volvería a ser el de las grandes noches. El de las gestas. El de los hijos de puta sin piedad que se dejaban el alma mientras hacían de la intensidad un factor común. Me gustaría creer que vamos a eliminar al Liverpool, pero lo que creo es que nos ha tocado el peor rival posible.

Porque no hay equipo en el mundo que juegue con la intensidad de los ingleses, porque ponen, en cada pelota, el empeño que ponía el Atleti de Gabi y Tiago, porque juegan a la velocidad del sonido, porque su estadio es una olla a presión capaz de levantarle un tres a cero al mismo Lionel Messi, porque llevan una velocidad supersónica que les va a hacer ganar la Premier en invierno y no tener muchos más despistes en primavera, porque son una máquina ofensiva sin concesiones.

Y porque este Atleti de hoy tiene los pies de barro y ha perdido la fe que le conferían sus capitanes, porque han perdido parte del empeño defensivo y, sobre todo, la capacidad para hacer daño en la punta de ataque, porque sigue viviendo entre dudas, porque si no fue capaz de aguantar en Turín, cómo va a poder salir vivo de Anfield, porque el equipo concede más de lo que debe y porque cuando llegue el partido estará metido en mil guerras por no haber sido capaz de empezar la temporada con la solvencia que se esperaba.

¿Esperanza? Lógicamente, nunca se pierde porque el futuro se puede dibujar de mil maneras y no deja de ser un hipotético futuro. Lo mismo Thomas gobierna por fin, como amaga, un equipo en busca de patrón, igual Koke y Saúl ejercen de capitanes en plaza y se baten el cobre como lo hicieron sus antecesores, igual Giménez y Felipe están impecables y aterrorizan a ese trío de puñales que dan más miedo que un nublado e igual Diego Costa vuelve en plan bestia y le amarga la vida a esa torre de ébano llamada Van Dijk. Igual ocurre algo de eso. O igual no. A mí me gustaría ser optimista, pero me cuesta serlo.

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