viernes, 19 de junio de 2020

La reconversión

Habíamos fichado a un mediocentro, pero era un transportista de balones que sólo sabía conducir sin sentido y se ofuscaba a la hora de buscar el pase. Su pasado, además, no le ayudaba; sus tíos y abuelos habían sido leyendas del Madrid y su padre, para más inri, se acogió a no se qué artículo para decirle a los del Atleti que no quería jugar con ellos.

La primera vez que le vimos más cerca del área fue en Valencia. Allí Simeone le colocó como interior derecha y demostró más recorrido natural y más fiabilidad en las acciones con un poco de libertad. Anotó un gol y la anécdota quedó latente pero guardada. Poco después, en el partido de ida ante el Liverpool, completó unos minutos notables desde su salida, otra vez arrancando desde la derecha. Era el preámbulo de lo que estaba por venir, porque en Anfield sacó el tarro de las esencias y se coronó como el héroe de una noche que pintaba funesta.

La reconversión de Llorente ha sido fruto de la explosión de confianza al verse en un lugar idóneo para él. El mérito, además de suyo por saberse sobreponer y saberse, sobre todo adaptar, es, una vez más, de Simeone, ese visionario que convierte a buenos futbolistas en dioses y a futbolistas dudosos en figuras. Tan buen rendimiento dan con él que cuando creen que se comerán el mundo, se dan cuenta de que fuera de sus preceptos hace mucho frío. Ya lo sabe Llorente o el que venga detrás, jugar bien con Simeone es cuestión de fe y confianza, jugar bien sin él es cuestión de que crean en ti y no todo el mundo lo hace como él.

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