jueves, 19 de agosto de 2021

La conversión

Cuando presumimos de ser del Atleti no tratamos de ponernos por encima del resto del mundo, ni mirar a nadie por encima del hombro, para eso ya están otros. Tampoco es nuestra la exclusiva del sentimiento, pero sí es cierto que el Atleti, cuando te atrapa, te transforma para siempre. Les pasó a muchos jugadores que llegaron aquí después de jugar en equipos con cierto carácter emocional, como fue Simeone en Sevilla, Raúl García en Osasuna o Juanfran en el Real Madrid.

Haber conseguido la conversión en Marcos Llorente es algo así como el último milagro del colchonerismo. Criado en la familia más blanca del deporte nacional, Llorente ha mamado el madridismo desde cuna y se hacía imposible verle implicado hasta el máximo con las rayas rojas y blancas. Como ya le pasó a Morata e incluso parece estar pasándole a Mario Hermoso, Llorente ha manchado su corazón blanco con rayas rojas y ha decidido quedarse con nosotros durante el resto de su carrera.

Pero no vayamos a confundirnos. Una cosa es la conversión y otra el cumplimiento, una es querer y otra es que te dejen. Hemos visto gente renovar contratos y marcharse a los pocos meses, por lo que hay que ser más cauto que expresivo a la hora de celebrar y hay que disfrutar el momento porque en el Atleti los planes de futuro se hacen en base a la cuenta de ingresos. Pero que el tipo que ha transformado el juego del equipo quiera seguir aquí es el triunfo de una filosofía de trabajo llamada cholismo que ha convertido una agencia de ida y vuelta de jugadores en un intento de proyecto consolidado. Quién nos lo iba a decir.

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