miércoles, 1 de febrero de 2023

Involución

Hace doce años éramos guasa y comparsa, éramos tímidos y timoratos, éramos malos en el juego y unas madres en la competición, no alcanzábamos objetivos y los grandes nos ganaban con la facilidad de quien se abrocha unas zapatillas de velcro. Europa era quimera y la Champions un sueño húmedo del que despertábamos tras derrotas inconcebibles. Vendíamos a nuestros mejores jugadores y llenábamos el vestuario de medianías que no sabían ni la historia del equipo ni el valor del escudo. Éramos casi, casi, el peor Atleti de la historia.

Cuando llegó Simeone empezamos a ser temidos e insultados, comenzamos a ser valientes y osados, éramos competitivos como pocos y canallas como ninguno, los objetivos empezaron a quedarse pequeños y los grandes no nos querían ni ver porque éramos su peor grano en el culo. Europa se convirtió en nuestra lugar de ocio y aunque seguíamos vendiendo a nuestros mejores jugadores, manteníamos unos mimbres que nos hacían seguir lanzados hacia adelante. Éramos, casi, casi, el mejor Atleti de la historia.

Pero cuando una sociedad está en manos de traficantes de sueños y de delincuentes prescritos, lo más seguro es que los sueños terminen convirtiéndose en añoranzas imposibles. Volvemos a ser comparsa, volvemos a ver pasar la pelota delante sin saber cómo robarla, los grandes nos vuelven a ganar y nos hemos ido de la Champions sin habernos enterado de haberla jugado. El vestuario está lleno de medianías y la afición, huérfana de estadio y escudo, se ha enfrascado en una guerra civil sin una solución visible. Esto es lo que se llama una verdadera involución.

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