jueves, 1 de diciembre de 2011

Por fin

Dicen que las rachas, las buenas y las malas, terminan siempre rompiéndose. La nuestra, de mala, estaba ya enquistada. Se trataba de un ejercicio casi vano de predigistación el adivinar cuando sería la próxima vez que ganaríamos fuera de casa. Había quienes achacaban la maldición a que nos habíamos enfrentado a los tres mejores equipos del campeonato en su feudo; Valencia, Barcelona y Real Madrid, oiga, que no es moco de pavo. Y, sí, prodrian responder otros, pero alternativamente hemos rendido visita a Rennes, Granada y Getafe y la cosa no nos ha ido mucho mejor. Un par de empates y todo lo demás, derrotas, algunas de ellas hasta humillantes.

Con ese triste bagaje llegábamos a Celtic Park, y para más inri van y te dicen que el equipo local lleva nosecuantos partidos sin perder como local y comparas sus estadísticas con las tuyas como local y te dan ganas de filtrarte por la taza del váter. En fin, que por más campeón de Europa que sea el Celtic y por más de cuarenta ligas que tenga ganadas, ha este zorro no solamente le han quitado los dientes si no, también, las ganas de morder. Y comprobado que la fiera no era tan fiera como la podríamos haber imaginado, y superados esos minutos, que suelen ser muchos, en los que el equipo no juega ni a la taba, llegaron un par de ocasiones y un disparo lejano, casi al tun tún, de Arda, que terminó en las redes del equipo local.

¿Coser y cantar? Para el Atleti no ha retos fáciles porque ellos mismos se empeñan en complicarse la vida. Con Mario y Gabi en tierra de nadie y con Diego muchos metros más atrás de su lugar de influencia, al equipo le quedó aguantar los lamidos de peluche del Celtic y esperar al último cuarto de hora para desplegar tres o cuatro buenos contraataques. Demasiado poco para tanta exigencia. Al menos se ganó, sí, dirán los más optimistas, si es que eres un cenizo, Pablo, me dicen mirándome a los ojitos como exigiría don Luis, no te conformas con nada. Puede ser. Debe ser que sueño demasiado en voz alta y que sigo esperando a ese equipo que un día vi de pequeño y que gobernaba los partidos desde el sentimiento. Aún jugando en casa de un extinto campeón de Europa.

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