lunes, 19 de diciembre de 2011

Silencio

El partido no fue muy diferente del que hemos visto durante todos estos años de bicefalia; sin juego, sin un patrón en el que basar el ataque, con una defensa de chiste y fallando las dos o tres ocasiones medio claras de las que dispusimos. Nada nuevo bajo el sol, vamos. La diferencia estuvo arriba, donde puede estar el germen del cambio y donde se respiró una resignación tan preocupante como hiriente. Cierto que durante unos minutos se invitó al Consejero Delegado a abandonar el estadio que ya ha vendido sin pedir permiso, cierto que durante más tiempo se rogó al inquilino del banquillo que se fuese a su casa a freir un manojo de espárragos, pero no es menos cierto que cuando más hubo de rugir la platea se hizo el silencio más absoluto. Terminó el partido, el Betis había marcado su segundo gol mientras los futbolistas miraban, se consumó la primera derrota en casa de la temporada, se inclinó la tabla hacia abajo y nos situó a cuatro puntos del descenso y el Calderón no dijo nada. Reinó el silencio más absoluto.

Esta es la herencia del Atlético reinventado del gilismo, cacareado por los delamorenas de turno y ridiculizado en manoletes de poca monta. Al atleti le persiguen los árbitros y la mala suerte, perder mola porque el Atleti es así, el Atleti es capaz de lo peor y de lo ¿mejor? y con el Atleti nunca se sabe ¿Nunca se sabe qué? Hace tiempo que sabemos que no va a pasar nada y que en cada temporada nos sentimos como aquel Bill Murray que despertaba una y otra vez en el día de la marmota. Hace tiempo que venimos comprobando que ya no somos capaz de hacer lo mejor porque no tenemos jugadores acordes a nuestra historia ¿Dónde está la historia? Acaso es un bonito recuerdo manchado de imágenes con una camiseta vestida por un tal José Eulogio Gárate.

¿Saben las nuevas generaciones quién fue José Eulogio Gárate? ¿Acaso vieron a Futre en un Atleti que ya apuntaba a la decadencia? ¿Saben quién fue el hombre que dio nombre al estadio? Los atléticos de verdad se alejan del Manzanares y las gradas se pueblan de niños que nunca vieron celebrar a sus padres y padres que se acuestan cada noche adormecidos por el discurso de los programas nocturnos. Aquí no pasa nada, señores. Y si pasa, se le saluda ¿Si se pierde prestigio? ¿Si se pierde identidad? ¿Si se pierde contra un recién ascendido? Silencio. No sea que se vean obligados a contarnos la verdad.

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