miércoles, 25 de marzo de 2015

Entre palmeros y borregos

Los palmeros suelen vestirte de hinojos, palmearte la espalda, apabullarte con elogios y vaticinar un futuro cargado de éxito sin apenas levantarse de su genuflexión. Los palmeros son aquellos que te acompañan cuando ganas pero que se apartan cuando pierdes, aquellos que componen versos de leyenda en la celebración de cada título y que reniegan de tu discurso cuando la derrota se convierte en la enemiga más atroz. Los palmeros, hoy, celebran la renovación del Cholo Simeone y tanto él, como los que realmente nos alegramos de corazón por la noticia, sabemos que la daga de doble filo que empuñan los aduladores es el mayor enemigo de quien quiera creerse el discurso ajeno. Partido a partido, trabajando y creyendo, no consumiendo. El discurso es claro y la legión de seguidores es ciega. De entre ellos, los palmeros, cuales ratas de cloaca en busca de desperdicio, saltarán del barco los primeros si algún día el discurso en el que dijeron creer se les cae por la borda.

Los borregos son aquellos que desconocen el valor de la identidad, la educación y los preceptos de la afiliación hacia un club. Los borregos son aquellos que, aferrados al populismo barato, le dan una patada al sentido común y se sientan con la tripa llena a relamer sus decisiones mientras tres rastreros le regalan los oídos y le aplauden la borregada. Los borregos son los que ayer se sentaron en su poltrona y decidieron que nadie podía acudir a las localidades de afición local del Arcángel con la camiseta del Atleti. La decisión, bilaterlamente analizada, tiene una doble connotación; alientas a tu afición y encabronas a la afición rival. Aún sigo sin entender en qué han convertido el fútbol aquellos iluminados que jamás han dado una patada a un mísero bote. El deporte es tan universal que prohibiendo un sentimiento lo único que haces es provocar un efecto llamada. A ver si aprenden los borregos que el fútbol es de nosotros, de quien lo amamos, y no de ellos, de quienes lo prostituyen.

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