martes, 18 de septiembre de 2018

El barco

Ha entrado el Atleti en un bucle espacio temporal en el que las opiniones se confunden con la crítica y la crítica se confunde con las opiniones, un bucle en el que si dices lo que te parece mal has dejado de ser del equipo y si callas lo que te parece mal también has dejado de serlo. Un bucle difícil en el que la afición se ha enfrascado por el mismo tema de siempre; los resultados.

Lo llaman "El Barco". En el barco están todos aquellos que animan al Atleti sin caer en la tentación de la crítica, que se dejan las palmas, que viven, que sufren, que lloran. En el barco están todos aquellos que en mayo celebrarán los éxitos y serán los que digan al resto que no tienen derecho a ser felices porque el resto no son del Atleti sino que son aficionados de otro equipo que, disfrazados de rojiblanco, acuden al estadio a fastidiar el cotarro.

Hay una cosa que debe vivir más allá del dichoso barco. Se llama exigencia. Exigencia deriva de exigir. Exigir al equipo que no pierda el nervio, que no pierda el hambre, que no pierda el físico. Exigir al equipo que juegue la pelota, que no se deje dominar, que recupere el contragolpe que le identificó como un equipo temible. Exigir al equipo en consecuencia a sus mimbres. Y los mimbres son muy buenos. No se trata de exigir un título, pero sí de volver a ese partido a partido en el que, domingo a domingo, miércoles a miércoles, el equipo salía con ese hambre voraz que le permitía devorar rivales.

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