
A Morata ya le habíamos sentenciado antes de verle jugar. Es el problema de juzgar mediante prejuicios. Estuvimos analizando su pasado, aniquilando su presente y dejándole sin futuro porque, según algunos, era un madridista que venía a quitarle el puesto a las promesas de nuestra cantera. La realidad es que Morata es un delantero contrastado, que ha jugado en la élite de la élite y que, para los envites de verdad, tiene mucho más cuajo y experiencia que cualquiera de nuestros canteranos.
Esto no quiere decir que haya que dejar de lado a los canteranos. Nadie más que yo ha defendido, siempre, el necesario trabajo que hay que hacer en la cantera, porque allí no sólo se fabrica el talento, sino también el sentimiento. Pero lanzar a los leones a chicos sin experiencia es mandar a la hoguera a inocentes sin pecado. A ellos les toca crecer poco a poco y, sobre todo, aprender de las actiudes de los jugadores a quienes deben ganar el puesto. Morata lleva cinco partidos con nosotros y no ha dejado de pelear, de iniciar contragolpes, de pegarse con los defensores y de tirar desmarques. Ayer, tras marcar su primer gol con el equipo, el estadio se lo agradeció con una ovación atronadora. Y es que, al final, quien termina agradando no es sólo quien puede sino también quien quiere.
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