Jugamos muy mal. Porque el equipo no termina de encontrar el esquema de juego, porque Witsel aún no se ha acoplado al mediocentro, porque los laterales son carrileros y no ayudan en la iniciación, porque Koke se encuentra solo en tres cuartos y porque, como cada año, falta calidad al tiempo que sobran excusas.
Jugamos muy mal. Porque la jerarquía, a un equipo, se la dan tres posiciones; el cuatro, el cinco y el nuevo y nosotros ahí tenemos a un cojo (que me perdone Giménez), a un viejo (que me perdone Witsel) y a un inútil (que me perdone Morata), y sin mimbres es difícil hacer un cesto y sin cesto es muy difícil recoger una cosecha medianamente provechosa.
Jugamos muy mal. Porque no sabemos presionar la salida de balón del equipo contrario y sus mediapuntas encuentran siempre un océano entre líneas, porque cuando recuperamos, si lo hacemos, existe todo un mundo por recorrer entre el delantero que conduce y los apoyos que siempre llegan desde atrás. De esta manera cualquier contragolpe se difumina, cualquier pelota termina atrás y cualquier falta de ideas termina en un pelotazo arriba. Y de nuevo, vuelta a empezar y vuelta a sufrir, porque jugamos rematadamente mal.
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