Y como ello nos impide disfrutar de nuestro equipo, frucimos el ceño cada vez que hay un parón de estos y rezamos al cielo para que ninguno de nuestros futbolistas vuelva lesionado, algo que, estando el Atleti por medio es prácticamente imposible. Sin embargo, este último parón lo he disfrutado con la calma de quien sabe que no se va a llevar ningún berrinche, con la tranquilidad de quien sabe que, durante una semana, no estará rumiando una puta derrota en un partido que volvió a salir rana.
Y es que esto es el Atleti de hoy; un equipo que no apetece ver, que nos tortura y que, cuando no juega, en lugar de provocarnos abstinencia, nos provoca tranquilidad. Dos semanas sin Atleti, qué alivio y qué bien hemos dormido. Tan sólo quedan cinco días para volver a sufrir.
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