lunes, 5 de diciembre de 2011

Cínicos

- Cínicos. - Masculló el padre mientras fijaba la mirada en el césped y veía trotar al jugador que se marchaba ovacionado.
-¿Qué es un cínico? - Preguntó el hijo, anestesiado por el ambiente y encendido aún por el segundo gol que había tenido la suerte de celebrar.
- Aquel que actúa con desvergüenza. - Contestó el padre aún con la mirada perdida en el césped y la palabra flotando en el aire.
- ¿Y qué es la desvergüenza?
- Pues hacer las cosas con insolencia. - Respondió el padre armado de paciencia sabiendo que el niño estaba en esa edad en la que lo quieren saber todo.
- ¿Y qué es la insolencia? - Anticipó el hijo antes de obviar el incómodo resoplido de su padre.
- Pues un dicho ofensivo e insultante. - Obviamente, su hijo tendría una pronta curiosidad por saber qué era aquello a lo que el se refería como ofensio o insultante. Efectivamente, no falló en su predicción.
- ¿Y qué es insultante?
- Un insulto es un acometimiento verbal violento.
- ¿Y qué es un acometimiento?
- Emprender una acción acosadora contra alguien.
- ¿Y qué es emprender? - A todo esto, el partido ya había regresado a su tónica de equipo local, supuestamente grande, que se amilana, contra equipo visitante, supuestamente pequeño, que se come el campo.
- Reprender a alguien para importunarlo. Justo lo que está haciendo la gente ahora mismo.
- ¿Manzano vete ya? - Pregunto el hijo.
- Sí. - Contestó el padre, demasiado serio como para encontrar resignación en su voz.
- ¿Eso es reprender?
- Si. - Volvió a murmurar. - Desaprobar la acción de quien han elegido como víctima.

Y el partido continuó sin mucho que contar a parte de un par de goles y muchos balones rozando el palo de la portería propia. Y el padre observó a su hijo, con la rojiblanca bien planchada, el bocadillo por la mitad y el pelo rubio alborotado por el abrazo posterior a aquel cabezazo impenitente que había supuesto el segundo gol. Y le agarró del hombro y le dijo:
- Te voy a contar una historia. Había hace tiempo un jugador a quien desaprobaban cada acción porque habían decidio escogerle como víctima. Reprendían cada regate mal ejecutado y la emprendían con él en cada sustitución porque había decidido apostar por el vecino cuando ya había coqueteado con nosotros. Acometieron su campaña contra él cuando no hacía nada distinto de lo que haría años después, le insultaban por tirarse al suelo y se mostraban insolentes porque no les gustaba escuchar su nombre en la megafonía. Su desvergüenza llegó a tal punto que años después, ejecutando mal los regates y tirándose al suelo en cada entrada del rival, llegaron al cinismo de ovacionarle solamente para poner en la picota a su nueva víctima.

El niño miró al banquillo y observó a Reyes con la chaqueta del chándal a medio abrochar y la sonrisa a medio despuntar. Desvió la mirada hacia la línea de cal y observó al entrenador con la chaqueta bien abrochada y la sonrisa completamente apagada.
- Ahora lo entiendo todo. - Dijo, casi en silencio, mientras daba otro mordisco al bocadillo de chorizo.

1 comentario:

Adal dijo...

Totalmente de acuerdo, se ha ovacionado a un jugador sólo para pitorrearse del entrenador. Reyes no ha estado fino en muchos partidos, no lo estuvo cuando fue sustituido y se mosqueó e insultó al entrenador, y no estuvo fino ayer frente al Rayo.
Es injusto ovacionar a un jugador como modo de abroncar al entrenador.
En descargo de Reyes diré que es verdad que no juega en el sitio más idóneopara él, pero también es verdad que juegue donde juegue es un jugador egoísta amante de las jugadas individuales que rehuye de dar pases, eso sí, cuando se decide a darlos puede ser un buen pasador.
Un saludo