lunes, 23 de abril de 2012

Un momento para creer

El Atleti ha aparecido como tal en el momento necesario. Durante muchos años hemos gastado tiempo, lágrimas y memoria rememorando aquellos días en los que la rojiblanca la vestían hombres, la sudaban caballeros y la hacían palpitar corazones osados. Hacía demasiado tiempo de aquello como para volver a recuperar la fe. No es que sea este un Atleti de fiesta y procesión, ni de carta magna e investidura legendaria, pero al menos, y durante dos partidos, nos ha hecho recordar que existe un lugar en el alma para el sentimiento.

Han transcurrido ya dos semanas desde que el equipo se dejó la vergüenza en una mañana valenciana jugando a nada contra el Levante. Se perdió el derbi mientras se recuperaba el fuelle y aunque en Vallecas se dio un amago de espantada, las musas regresaron al césped el día que las habichuelas se jugaban en un duelo de valientes. Huelga decir que solamente hubo un equipo de héroes y que el Atleti no jugó solamente a ganar, sino a recuperar una parcela de la memoria que todos creíamos en desuso. La inercia positiva puso por delante al Espanyol y el fútbol demostró que con buenos jugadores es más fácil apostar a ganador.

Pero no por esbozar una leve sonrisa vamos a cometer la temeridad de ahuyentar los fantasmas con una carcajada. El conocimiento del terreno, el pasado reciente y la poca predisposición de todos los estamentos del club (desde el césped, hasta la grada, pasando por el palco) nos hacen ser demasiado cautelosos ante lo que se aproxima. El Atleti que conocíamos saldría a Mestalla con cara de perro y el pecho descubierto. El Atleti del gilismo tira sus cartas al aire y se acoge a la incógnita más indescifrable; o truco o trato. Vida o muerte. Final o caída. Una eliminación en Valencia haría caerse a todo el equipo con su alforja de sueños repleta de sonrisas pendientes. Queda un partido por la vida y otros cuatro por la muerte. De la UVI a planta hay noventa minutos de esfuerzo. El equipo ha demostrado cómo sabe ganar, lo malo es que también nos ha enseñado muchas veces cómo sabe perder ¿Se puede creer en Bucarest? Mi fe tiene nombre de Diego, de Arda, de Adrián y de Falcao. Yo creo en ellos. Quiero creer en el Atleti.

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