
Llegaron haciendo ruido y ahora son cómplices del silencio, llegaron ocupando portadas y ahora sólo obtienen una reseña, llegaron contando mentiras y ahora nadie dice la verdad, llegaron arrasando en tromba contra el periodismo y ahora han encontrado al periodismo como el mejor guardián de sus secretos. Hace veinticinco años el Atleti era un club competitivo donde sus socios tenían potestad para cortar cabezas. Cortaron la cabeza del doctor homónimo para suplicarle a Vicente Calderón que retomase el timón de la nave, pero la nave se fue a pique con la muerte de nuestro mejor presidente. Y mientras el barco se hunde y las ratas lo abandonan por la puerta de atrás, los patrones siguen obviando las vías de agua para hacernos creer que somos un lujoso transatlántico en un mar en calma. Cuanto peor van las cosas, más bonitas nos las pintan. Hay cosas que no cambian.
Se falsea una compra para robar un club, se oculta una deuda para no verse abocado al embargo, se desciende a segunda, se pierde crédito, se venden a los mejores jugadores y se fichan a defensas centrales de treinta y tres años para vender al mejor postor a un chico de la cantera. En tres líneas he resumido las principales premisas del gilismo: Delito, desprestigio y comisionismo. Y despropósitos, porque esto sigue siendo el pito del sereno y la casa de tócame roque. Y más que lo seguirá siendo porque amigos, igual que un lunes a las siete de la mañana en la M-30, existen cosas que no cambian.