martes, 3 de julio de 2012

Regreso a la cotidianidad

Se apagan los focos, vuelve a salir el sol, el rojo derrite con el calor, el gualda refleja su luz tormentosa, las banderas dejan huérfanos a los balcones, las bufandas buscan un hombro en el que apoyarse, las bocinas no volverán a molestar a horas intempestivas. España guarda silencio, las gargantas vuelven a su ser, la gente vuelve a desayunar café con porras y en el bocadillo de media mañana ya no quedan promesas sino buenos recuerdos. Vuelve el fútbol cotidiano, el de carajillo a media tarde, el del palillo en los labios, el de aquella servilleta grasienta pegada a la suela del zapato. Vuelve el Atleti y nosotros, pobres ilusos acostumbrados a un tiquitaca nacional, volvemos a soñar con lo imposible.

Lo imposible será que al Cholo le regalen un equipo a medida de sus ambiciones, lo imposible será ver a Diego, o a cualquier otro centrocampista competente, regalar los ojos de la hinchada, lo imposible será escuchar un grito definitivo en contra de la directiva, lo imposible será que el Atleti se meta entre los dos colosos que, un año más, se repartirán el pastel de la liga y la copa a su antojo. Porque en el fútbol de hoy, nuestro Atleti, el que soñamos, el que evocamos, el que algunos todavía recuerdan, es un Atleti imposible.

Llegarán las agonías del solsticio de invierno, sonarán los cantares de navidad que se mezclarán con los villancicos de la pesadumbre y alguno saldrá a presumir de que eso ya lo sabía él porque aquí no hay un proyecto estable desde hace veinticinco años. Un cuarto de siglo vagando por el desierto, un desierto que no tiene fin, un fin que nos hace vomitar desidia. Pero eso será más tarde, cuando nos demos cuenta de que a Simeone, como a los demás, le han vuelto a dar gato por liebre, y entonces diremos que el entrenador no vale, diremos que los jugadores son unos mercenarios y diremos que la liga está adulterada y que los poderes fácticos nos persiguen. Pero eso será más tarde, ahora toca volver a la cotidianidad, toca volver a soñar, toca volver a ilusionarse porque para eso están los veranos. Las lágrimas, cuando lleguen, que nos pillen desprevenidos.

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