
Sólo que ayer el portero era otro y se terminó notando. Un disparo colocado pero, en apariencia sencillo y que requería palomita y córner, terminó dentro de la portería. A esas alturas el Girona ya merecía su premio porque el Atleti se había desconectado. Y es que ocurrió lo siempre; arranque sólido, gol tempranero y guardar la ropa, porque para nadar, mejor aprovechar la corriente.
Y ayer el viento estaba en contra. Retórica y físicamente. La segunda parte, cholina mediante y viento a favor, el equipo creció en actitud. No fue poco. Pero no sirvió de mucho porque falta lucidez arriba y, sobre todo, falta remate. Adán, esta vez sí, vestido de Oblak, salvó una ocasión clarísima en la únicia llegada del Girona con peligro real. El resto fue un quiero y no puedo y la sensación de que oportunidades así no hay que dejarlas escapar. No es mal resultado, pero si tememos otro momento de desidia, es posible que terminemos por no fiarnos del todo.
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