jueves, 17 de enero de 2019

Imperfecciones

Fue un palo durísimo, no lo vamos a negar. Yo, que soy un nostálgico empedernido, tengo a la Copa como una competición preciosa. Tengo los mejores y los peores recuerdos asociados a finales de Copa. He vivido las suficientes como para saber rememorar las victorias y recrearme en el dolor de las derrotas. Lo de ayer fue un palo porque tenía, siempre las tengo, esperanzas en ganar la Copa del Rey.

Pero no va a poder ser. Y ya serán seis años sin poder ser. Desde aquella final en el Bernabéu, en el mismo día de mi cumpleaños, en el que yo estaba allí, en la grada, sufriendo como un cosaco el acoso de los otros y celebrando como un niño el gol de Miranda. Allí hemos cantado a lo grande cuando hemos sido grandes de verdad. Por eso, ver al equipo apeado después de dejarse el alma en remontar un partido que mereció ganar, te llena de una tristeza casi irreparable. Costó dormir, cuesta, hoy, aguantar a los de siempre.

Llevamos semanas achacando la falta de gol y el día que marcamos tres no somos capaces de ganar el partido. Fallaron cosas, está claro, esas pequeñas imperfecciones que, cuando no se pulen, terminan castigándote. Al Atleti le falló cerrar las bandas y por ahí llegaron los tres goles; no hubo ayudas y no se cuidaron bien las espaldas. Y falló, aunque no se le pueda achacar culpa, el portero. En días como ayer es cuando valoras la seguridad que implica jugar, domingo a domingo, con el mejor portero del mundo.

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