
Gracias, pero no por marcharte con el mejor postor, por dejar un proyecto aún ilusionante, por bajarte de un barco cuando está a la deriva. Gracias porque soy bien nacido y que gustaría agradecer tu rendimiento, tu polivalencia, tu esfuerzo cuando lo hemos necesitado y esos días de marcaje en los que te pegaste sin preguntar contra los mejores delanteros del mundo.
Y suerte. En lo personal siempre, porque no entra en mi código de conducta el desearle el mal a nadie. Y en lo deportivo porque, aunque no la vas a necesitar ya que vas a ganar dinero y Bundesligas, es más que probable que un día te cruces con el vecino y todos querremos que le venzas. Ese equipo en el que, como tu hermano, quizá quieras terminar. Ya nada me extraña, ya nada me sorprende. Eso sí, si algún día nuestros caminos se cruzan te desearé la peor suerte. Ya sabes como somos, Atleti hasta la muerte. A tí no te pasa. Es lícito, no todos lo sienten.