jueves, 16 de enero de 2020

La identidad

La identidad del equipo es competir. La identidad es ser intenso, no vivir entre dos aguas ni leer con medias tintas, no dudar, no buscarse sino encontrarse, no perseguir sombras sino piernas, no disputar tiros al aire sino pelotas divididas. Cuando al equipo le sale la identidad le sale el juego.

Y cuando le sale el juego, a nosotros nos sale la identificación. Vale que no es un juego de trenza y paseíllo, vale que no es un anexo a ese tiki taka que quieren imponer como biblia y lugar de redención, pero es lo suficientemente loable como para hacernos sentir orgullosos, lo suficientemente cholista como para hacernos sentir ilusionados.

Porque el equipo, de repente, se volvió reconocible ante el Madrid. Juntó líneas, se hizo solidario y atacó con cabeza y convicción, sabiendo que al rival no se le podían hacer concesiones y sabiendo que los motores del rival necesitaban de la gasolina del balón para poder funcionar. Nos ganaron, pero sólo lo hicieron en los penaltis. Celebraron, pero yo, en mi fuero interno, celebré más la derrota por las sensaciones adquiridas, que la victoria en semifinales pese a la euforia desatada.

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