
No fue el día de nada porque la defensa volvió a manchar el buen trabajo de la delantera, porque el centro de campo se dispersó tras las ventajas y no supo acaudillar la pelota, porque Reyes volvió a su recital de nada cada vez que juega un partido fuera de casa, porque se lesionó Koke y tuvimos que tragar de nuevo con un Raúl García que ni juega ni deja jugar, porque a Agüero le sigue faltando un socio por más que Diego Costa ponga empeño en la consecución de la enmienda.
Era el día para cicatrizar una herida que comenzó a sangrar después de haber salido derrotados contra el Espanyol en la primera vuelta. Aquel día, antes de recibir a los pericos, el equipo había goleado en Anoeta dejando excelentes sensaciones y afrontaba el final de la primera vuelta en buena posición para afrontar la Champions y con lo más complicado del calendario en el departamento de la ropa sucia. Aquel día, mientras se jugaba contra el Espanyol, el equipo dio el callo, el sudor y el fútbol necesario para ganar y se acabó perdiendo. Aquel día, tras la derrota contra el Espanyol, el equipo perdió el norte, las expectativas y la ilusión y comenzó una sangría que tuvo punto de partida el jueves siguiente con una derrota inesperada y bochornosa ante el Aris de Salónica. Ayer era el día para despertar de la pesadilla y poner rumbo a nuevo sueño. Pero ayer fue el día de la marmota. Otra vez lo mismo de siempre.
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