jueves, 28 de abril de 2011

Mateu nos masacró

Primero llegó el partido de liga y arbitró Mateu Lahoz. Y lo hizo mal. En la salida del balón que originó el primer gol, Ricardo Carvalho arrolló a Reyes, falta clara no pitada, coontrataque y uno a cero. Más tarde, cuando aún podría haberse añadido un poco de emoción al asunto, el Kun Agüero disputó un balón suelto, quiso bombearla al corazón del área y Xabi Alonso interceptó la pelota con la mano a dos metros de Casillas. Penalti al limbo, dos a cero final y todos a casa porque ocurrió lo que tenía que ocurrir ¿Lloramos? No podíamos hacerlo porque nos aculamos atrás, les dimos la iniciativa, les esquivamos las miradas, les mostramos nuestros miedo y no tuvimos ni una pizca de vergüenza torera. El Madrid ganó porque jugó mejor.

Luego llegó el partido de copa y arbitró Mateu Lahoz. Y fue aún peor. Primero empató Ramos saltando sobre la espalda de Domínguez. No pasó nada, uno a uno y vuelta a empezar. Después, el propio Ramos arrolló a Agüero en el área y el árbitro se hizo el longuis. No pasó nada, uno a uno y a seguir remando. En la segunda parte, Xabi Alonso arrolló a Agüero en la salida del balón, falta clara no pitada, contraataque y dos a uno. Segunda vez, en dos partidos, que ocurría lo mismo, pero no pasó nada, el Madrid por delante y el Atleti a mantener la derrota por la mínima. Más tarde, Xabi Alonso agarró del cuello a Reyes a apenas un metro del árbitro, hubiese sido la segunda tarjeta, pero no pitó ni falta. Hubiese sido al borde del área y quizá peligrosa, pero no pasó nada. Y en las postrimerías del partido, Cristiano Ronaldo casi le parte el tobillo a Ujfalusi pero con una amarilla bastó. Ya sabemos todos que los asesinos que merecen portadas son otros ¿Lloramos? No podíamos hacerlo porque nos dieron un baño de fútbol, porque no vimos la pelota, porque jugamos a verlas venir, porque tras adelantarnos los reculamos atrás, porque no tuvimos ni un solo momento de respiro. El Madrid ganó porque jugó mejor.

Sin embargo hay otros que sí lloran. Juegan como un equipo pequeño en su propio estadio, le dan bofetadas a su historia, se empeñan en darle la razón a quienes años atrás le otorgaban ligas gracias a la dictadura, caen en el victimismo, le dan la pelota al contrario, no pueden detener al mejor jugador del mundo, justifican entradas criminales y aplauden presiones junto al banderín de córner. Pero no saben reconocer que perdieron porque el rival jugó mejor.

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