martes, 5 de julio de 2011

El chico que sólo servía para ser contable

Gabriel entró como becario en la multinacional y pronto destacó por sus conocimientos sobre el Plan General Contable. Tan bien practicaba el arte de cuadrar asientos que el jefe de departamento optó por darle una oportunidad y le nombró adjunto al segundo contable de planta. Allí, más sometido a la inmediatez y urgencia del resultado, Gabriel se sintió incómodo y el jefe, que había visto buenas aptitudes en él, optó por mandarlo, para que se foguease, a una de las pequeñas filiales del grupo. Allí, con un volumen de facturación mucho menor y unas exigencias de tercer orden, destacó como un contable solvente y eficaz. Tales fueron sus progresos que el director de la multinacional optó por volver a reclutarle y le hizo responsable de planta; durante los primeros meses, se vio torturado con infinidad de trabajos, el chico ponía empeño pero los papeles se le acumulaban y tuvieron que contratar un becario para que le echase una mano; el becario que era mucho más avispado y charlatán, movía un par de pilas a primera hora y después se pasaba el día junto a la máquina del café y mirando el culo de las secretarias. Al final, la empresa obtuvo un balance negativo, Gabriel no pudo entregar los informes y se le enseñó la puerta de salida. Al menos, pensó, tenía currículum, y ello le sirvió para fichar por otra empresa algo más modesta. Allí, pese a sus conocimientos, le costó encontrar el ritmo de trabajo aunque sus nuevos jefes se lo perdonaron achacando el bajo rendimiento a la depresión, el estrés y demás síntomas psicológicos exportados desde su anterior trabajo. Gracias a la paciencia y al reconocimiento, Gabriel fue sacando balances, cuadrando cuentas de resultados y hasta aprendió a blanquear dinero. Tan bueno fue su trabajo que sus nuevos jefes le ofrecieron un aumento de sueldo. Pero entonces aquella multinacional que tanto había dudado de su capacidad volvió a llamar a su puerta; "hemos visto lo que has evolucionado", "te doblamos lo que te ofrecen", "nuestra empresa es tu verdadera casa", "serás nuestro nuevo director financiero". Y Gabriel, que sentía una espina dentro de sí y esperaba demostrar que él no era un simple contable, dijo que sí, regresó y hasta fue presentado en sociedad en una sala repleta de periodistas.

Aquí acaba la historia de Gabriel el contable y aquí vuelve a comenzar la historia de Gabi, el futbolista. El chico prometedor de la cantera del Atleti que hizo un temporadón en Getafe y que no supo soportar sobre su espalda el peso de la rojiblanca. Ha madurado en Zaragoza y ahora, más que el niño que marchó para escapar de la depresión, es un hombre curtido en las bajas tabernas de la liga. Preparado o no para el reto, mcuho me temo que Gabi, en el Atleti, sólamente servirá para ser contable y nosotros, lo que necesitamos, es un director financiero.

1 comentario:

Emilio dijo...

Brillante Don Pablo.

Da usted en la tecla de un gran problema, tenemos contables, administrativos más o menos hormonados y jefes de ventas de palillo en la comisura. Pero, ¿y los artistas? ¡ay los artistas! Los pocos que hay quieren emigrar como aves zancudas.

Un saludo