lunes, 1 de agosto de 2011

El bueno de la película

Dice Agüero en su web que él no es el malo de la película. Como un personaje cobarde que se esconde tras el telón y habla a través de la red para no dar la cara, insinúa un argumento distinto en el desarrollo de la película y reconoce errores, pero no pide perdones.

Algunas reacciones, por tardías, saben tan mal como las pasividades. De haber hablado antes, de haber dicho la verdad y, sobre todo, de haber explicado los motivos sin perder el respeto, muchos hoy no estarían deseando su muerte y muchos más estarían deseando repetir la misma acción que ya sucedió con Torres cuando el Liverpool arrivó al Manzanares. Podrían haberle postrado de hinojos, aclamar al cielo su nombre y dejar que la bobalicona felicidad embaucara a una grada que un día aclamó a jugadores de pie y nunca a ídolos caídos.

La verdad, sin que la cuente Agüero la sabemos todos. La conversación, palabras más, palabras menos, debió ser algo parecido a esto: "Oye ¿Cómo que el bufete este se atreve a sacar una cifra de deuda?"; "No pasa nada, les untamos con mantequilla de sobre bajo cuerda y les obligamos a rectificar"; "¿Y cómo maquillamos las cifras?"; "Cómo lo hemos hecho siempre, tasamos a los buenos, les hacemos pasar por malos, trincamos la pasta, vendemos humo y que nuestros amigos de la prensa se encarguen de lavar nuestra imagen"; "Habrá que sacar un par de promociones para los periódicos"; "Una cubertería y un albornoz está bien"; "Y habrá que bajarle la cláusula al Kun"; "Ponlo en marcha".

Aquí todos son los malos y hay un único bueno. El único bueno es mi padre, que ya no enciende ni el transistor, y el dueño del bar de mi barrio que fundó la Peña Arteche, y mi tío que baja cada tarde de domingo a ver a su equipo, y mi hermano, que sigue sufriendo en silencio sus colores mientras tilda de realidad sus crónicas, y mis amigos, que ya ni me llaman para quedar a ver el fútbol, y todos esos que decidieron romper su abono para no seguir lastimando su orgullo, y los que no lo hicieron para seguir teniendo un motivo por el que llorar. Y yo, que sigo estando hasta las narices de ver como los malos siempre nos ganan en esta película que no tiene fin.

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