miércoles, 10 de agosto de 2011

El chascarrillo fácil

Para toda aquella persona lúcida, preferiblemente atlética, que posea el recurso fácil del gatillo ingenioso, este fichaje del turco le bastará para dibujar media sonrisa, dejar caer el cigarro por el filo y decir que para qué narices quiere la gente que arda Turan si los que tienen que arder son Gil Marin y Cerezo.

Más allá del recurso simplón, del chiste malo y de la chulería que, desde antaño, se nos presupone a los atléticos de cuna (esos que un día vimos jugar a Arteche y Marina, no los que han visto al Pato Sosa caerse de culo o a Fabiano Eller despejar con susodicha parte), puedo opinar, aunque poco, respecto al turco basándome en las dos únicas actuaciones que le recuerdo. En la Eurocopa de dos mil ocho, cuando Turquía se quedó a un minuto de rozar la final, el chico jugaba por la izquierda, se movía con desparpajo y hasta dejó detalles interesantes. Aquello sólo era un botón, pero no una muestra. Después pude verle en la eliminatoria que nos enfrentó al Galatasaray el año que conquistamos Hamburgo y, a decir verdad, no recuerdo gran cosa. Ni buena, ni mala. Y eso no suma puntos a su favor.

Obviando la probabilidad de que Caminero se haya reencarnado en un nuevo García Pitarch y nos haya conseguido una nueva pieza para el museo de los horrores, el fichaje del turco no responde a ningún plan. Y el plan, como siempre, es que no hay plan. No hay plan porque el equipo precisa de un organizador en plaza y se ficha a un segundo punta que, gracias a su habilidad, puede jugar en banda. Es decir, hemos fichado a otro Reyes. Turan no puede jugar detrás de dos delanteros porque no tiene capacidad de armar el juego si no es protegido por tres medios de contención y para jugar con ellos habría que pecar porque significaría prescindir del utrerano. Se podría jugar con cuatro, tres, tres, pero si se ficha a otro delantero, no creo que Manzano quiera convertirse en otro Quique, castigar con el ostracismo a Forlán y echarse encima a todo el vestuario.

Por lo que así estamos, un año más. Sin cerebro, con cromos repetidos, la mayoría de ellos inservibles y con la sensación de que aquello que ocurrió en el noventa y seis no volverá a ocurrir. Que no arda Turan, hombre, qué ardan Gil Marín y Cerezo.

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