miércoles, 15 de febrero de 2012

Benditos

"Dominus vobiscum...". Quizá era eso lo que esperaban escuchar los expedicionarios atléticos que se han colado en el Vaticano por la patilla, previa recomendación del ínclito Rouco Varela, y han besado la mano del papa para hacerle saber, después, previas ofrendas y honores, lo orgullosos que están de ser recibidos por tan magnánima celebridad. Benditos ellos.

Y benditos nuestros directivos. Se fotografían bajo la cúpula de San Pedro, invitan a sus muchachos a una charla del sumo pontífice y, acto seguido, se ponen en la foto para enseñar al mundo su sonrisa de afecto porque, faltaría más, ya que vas, lo suyo es que te flasheen un rato para que luego, los correveidiles de turno te saque en una foto, a doble página y donde no digo "Operación Calderón inviable", digo "Gil Marín y Cerezos son un santos". Solamente les falta la aureola. Alguno se la pintará.

Escucho que le han regalado al Papa un lingote de plata y varias réplicas en bronce. Ya puestos, le podían haber enseñado la sentencia judicial en la que les declararon culpables por apropiación indebida, o aquella donde les condenaban por estafa por vender dos negritos al club por unos cuantos miles de millones de pesetas. Que total, dar cobijo a dos pobres negritos debe ser considerado un acto de caridad. Así se lo agradece el Papa; se deja adular, besar el anillo y agasajar con presentes que terminarán en el último de los sótanos del Vaticano. Debe ser que allí, como aquí, robar sentimientos tampoco es pecado.

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