
Descartado el primer plato y ahorrándose el postre de Caparrós, parece que el dúo prescrito ha decidido que el marrón será para Gregorio Manzano. Uno debe estar muy loco para querer ser crucificado dos veces, ni siquiera a Jesucristo le quedaron ganas de ello. Sin mimbres, sin estrellas, sin dirección, le pedirán un imposible y, cuando no lo consiga, le volverán a tirar a la basura como si de un zapato viejo se tratara. El cuento de nunca acabar.
En su anterior etapa como entrenador rojiblanco, Manzano dejó al equipo séptimo, a un punto de Europa y con la sensación de que al Atleti le faltaba mucho para volver a ser lo que fue. Y tanto que le quedaba, siete años después, siguen los mismos problemas, las mismas urgencias y la misma planificación; es decir, ninguna. Aquel año, Manzano contó con la siguiente plantilla: Burgos, Aragoneses, Gaspar, Ortiz, Simeone, García Calvo, Lequi, Hibic, Sergi, Pínola, Aguilera, Novo, De los Santos, Jorge, Ibagaza, Nano, Mussampa, Paunovic, Torres, Javi Moreno, Rodrigo y Nikolaidis. Decidme si aquel séptimo puesto, más que un fracaso, no fue un milagro. Esta vez no será muy diferente; sin estrellas, sin jugadores comprometidos, sin un par de futbolistas sobre el que construir un equipo. Mucha suerte Goyo. La vas a necesitar.
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