miércoles, 8 de junio de 2011

El marrón será para Manzano

No se puede culpar a nadie por decir que no. Luis Enrique no nació atlético, ni se crió atlético, ni le unió nada a nosotros que no fuese el sentimiento antimadridista. Es normal que alguien a quien le ofrecen un proyecto de edificio sin pilares, sin cemento y sin ladrillos, diga que es una locura intentar mantener en pie un edificio que, tarde o temprano, terminará por desplomarse. Entre el reto imposible y la sensatez de seguir creciendo, Luis Enrique decidió poner rumbo a Roma, que no es una ciudad tan palpitante como Madrid, pero es mucho más solemne, más monumental y, en el plano futbolístico, más razonablemente cómoda.

Descartado el primer plato y ahorrándose el postre de Caparrós, parece que el dúo prescrito ha decidido que el marrón será para Gregorio Manzano. Uno debe estar muy loco para querer ser crucificado dos veces, ni siquiera a Jesucristo le quedaron ganas de ello. Sin mimbres, sin estrellas, sin dirección, le pedirán un imposible y, cuando no lo consiga, le volverán a tirar a la basura como si de un zapato viejo se tratara. El cuento de nunca acabar.

En su anterior etapa como entrenador rojiblanco, Manzano dejó al equipo séptimo, a un punto de Europa y con la sensación de que al Atleti le faltaba mucho para volver a ser lo que fue. Y tanto que le quedaba, siete años después, siguen los mismos problemas, las mismas urgencias y la misma planificación; es decir, ninguna. Aquel año, Manzano contó con la siguiente plantilla: Burgos, Aragoneses, Gaspar, Ortiz, Simeone, García Calvo, Lequi, Hibic, Sergi, Pínola, Aguilera, Novo, De los Santos, Jorge, Ibagaza, Nano, Mussampa, Paunovic, Torres, Javi Moreno, Rodrigo y Nikolaidis. Decidme si aquel séptimo puesto, más que un fracaso, no fue un milagro. Esta vez no será muy diferente; sin estrellas, sin jugadores comprometidos, sin un par de futbolistas sobre el que construir un equipo. Mucha suerte Goyo. La vas a necesitar.

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