viernes, 4 de mayo de 2018

La vieja guardia

El Atleti se reinventó diez veces, se obligó a convertirse en lo que era y también en lo que no quería ser. Bajó al suelo después de tocar el cielo, vendió parte de su patrimonio y hubo de ajustar piezas donde no encajaban. Abandonó el patrón de Tiago por obligación y no encontró el de Koke por indefinición. Y mientras Saúl seguía en una deriva de pierna fuerte, alma incansable y talento proporcional, tuvo que ser Gabi el que volviese a tomar el mando en una de las noches más memorables de la historia reciente.

Defensivamente, siempre fue un equipo más que fiable. Organización impecable, choque sin miedo, pierna noble y estructura compacta. Durante un tiempo estuvo intentando reorganizar su conducta, intentando dar paso a la savia nueva, intentando acoplar nuevas piezas e intentando restructurar su desorden con una nueva estética. Nada funcionó como antes, y mientras Savic, Giménez y Lucas seguían postulandose por convertirse en nombre de alineación de carrerilla, tuvo que ser Godín quien sujetase, una vez más, al equipo, en los peores momentos de su mejor noche.

Todo fue mucho más dramático en la parte de arriba. Desde que se marchó Costa, el Atlético buscó la directa con Mandzukic y la indirecta con Gameiro. Entre dos aguas, Fernando Torres seguía peleando en su parcela particular y Griezmann, mientras tanto, sujetaba los partidos gracias a su talento. Pero como nada funciona mejor que las viejas fórmulas, tuvo que regresar el brasileño para que el Atleti volviese a reconocerse a sí mismo. La vieja guardia, una vez más, nos ha puesto en una nueva final. Es la quinta final del Cholo, cuatro de ellas en Europa. Conviene recordarlo porque hay muchos que siguen pensando que este equipo puede dar aún más. Todo el mundo es susceptible de hacerlo, pero conviene mirar primero los mimbres antes de pararse a analizar los deméritos. Y el mérito de este equipo, agarrado una vez más a su vieja guardia, es, cuanto menos, encomiable.

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