viernes, 23 de marzo de 2012

Diego y Arda

Diego ya tiene el alta médica y yo no puedo estar más contento. Durante el tiempo que ha durado su lesión, más o menos un mes y medio, el equipo ha transcurrido por un periplo más incierto que esperanzador. Si el brasileño, el patrón de juego se vio anquisolado y las loas de los primeros días se convirtieron en dudas, las dudas en temores y los temores en esa desconfianza que derivó en un incómodo runrrún que se acomodó en los foros de opinión y en la grada ¿Y si eso del efecto Simeone era otro invento de los poderes fácticos?

La llave de la verdad la tiene Diego. No es que sea el mejor futbolista del mundo, ni mucho menos, pero sí que es nuestro mejor futbolista y no nos queda otra solución que agarrarnos al clavo ardiendo de sus pases en la zona de tres cuartos. Durante ocho partidos, Koke ha suplido al brasileño con buena nota y algunas dudas que terminará despejando cuando su bisoñez desaparezca y en su rostro aparezca una tupida barba de tres días. En Diego confiamos nuestros sueños y volvemos a abrir los ojos para mirar alrededor y comprobar que un solo grano jamás fue capaz de hacer un granero.

Y ahí entra en escena el socio necesario. Hasta ahora, Arda Turan, ha venido siendo como ese primo fuerte al que recurrimos como amenaza ante los abusos, pero que casi nunca está cuando realmente le necesitas. Entre lesiones, picos bajos de forma y coqueteos con la farándula, el turco solamente ha mostrado su fútbol en pequeñas dosis que han sido grandes promesas de ilusionismo. El chico sabe jugar al fútbol porque mezcla esa combinación necesaria entre talento y garra a la perfección y porque con el balón en los pies raramente se equivoca. Si Diego vuelve como se fue y Arda se encuentra definitivamente, quizá los objetivos no sean tan improbables como mi pesimismo lo ve una jornada tras otra. Ante la duda, siempre fútbol.

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