viernes, 9 de marzo de 2012

Una almendra amarga

El partido de ayer dejó la misma sensación que se produce cuando encuentras, sin imaginarlo, una almendra amarga al final de la bolsa. Puedes estar toda la tarde disfrutando tu película favorita, revisando un partido de fútbol o descubriendo con tu hijo nuevos mundos de fantasía y saboreando una exquisita bolsa de almendras, si al final del todo te comes la amarga, todo lo que has saboreado con anterioridad se borra. Adiós a la sensación de tres docenas de almendras dulces y deliciosas, bienvenida, y por un rato, la incomodidad de la amargura de esa última puñetera almendra.

Y es que el Atleti borró ayer en la segunda parte todo lo que había hecho bien en la primera. Durante las primeras almendras, el equipo presionó con vigor, combinó con vértigo y atacó, una y otra vez, la meta del Besiktas. Aquello era un bombardeo que culminó en tres golazos a cual mejor. Con Koke erigido como capitán en plaza, Salvio como artillero y Adrián como contramaestre, el equipo bordó un fútbol exquisito, de esos que te hacen pensar en el futuro y que te invitan a probar una nueva almendra. Qué ricas están.

Pero cuando menos lo esperas llega la almendra amarga. El segundo tiempo fue monotonía, caída de brazos, desinterés, agotamiento, asfixia, guardar la ropa después de haber nadado. El resultado, que pudo haber sido definitivo, quedó en el aire con un partido de vuelta en el horizonte donde todos tememos más al ambiente que al rival. Porque el Besiktas no fue gran cosa, no nos vayamos a engañar. O quizá fue que el Atleti estuvo superlativo, que es la verdad. Todo hasta que llegó la maldita almendra amarga. De no haber sido así, todos hubiésemos regresado a casa con la sensación de alegría que produce ver a tu equipo desbordar al rival, y sin embargo, hubimos de volver con ese incómodo regusto amargo sobre el paladar.

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