jueves, 1 de marzo de 2012

La queja

Nunca me gustó quejarme por aspectos extradeportivos. No me gusta acomplejarme, ni mirarme en el espejo del vecino, ni hacer pregón de los titulares porque estos solamente intentan disfrazar la verdad. Si de algo debe servir la derrota ante el Barcelona es para aceptar que tienen un genio, para aprender a poner un futbolista siempre delante del balón y para saber que el límite del equipo puede y debe estar más arriba.

¿Acaso es más grave la mano de Busquets que la de Eguren? No hay que estar muy ciego para darse cuenta de que el altavoz mediático solamente se pone en funcionamiento cuando uno de los dos grandes está de por medio. Del gol ilegal del Sporting nadie habló la semana pasada y si no ganamos, quiero seguir creyendo que fue por Juan Pablo, tal y como escribieron los adalides de la justicia, que porque el árbitro no quiso pitar lo que vio.

Quiero creer en la imparcialidad arbitral. Que son muy malos lo sabemos todos, pero si quisiera creer que no pitan lo que ven o que pitan lo que no ven, entonces pediría al fútbol que parase porque yo me bajaría con todo el equipaje a cuestas. Dicen los titulares que el Cholo se quejó de que nos habían quitado más de lo que nos habían dado. Nos quieren volver a cegar. Dijo algo más, pero un titular llorón vende más porque cree el ladrón que todos son de su condición. Simeone dijo una verdad como un templo: "A lo largo de una liga terminan dándote tanto como te quitan". Lo demás son fábulas y ganas de enredar. Llorar no siempre es de valientes, la queja es para acomplejados.

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