
Lo que aquí pasa es que nadie se levanta contra el sistema y todos ponen el cazo para recoger la mayor porción de migas posible una vez que los grandes sacuden el mantel. Los primeros golfos son nuestros dirigentes, incapaces de hacer respetar el valor de un club centenario en las instituciones. El pito del sereno y el Atlético de Madrid vienen a ser hoy una cosa parecida. Mandan a la gente al Calderón un miércoles a las diez de la noche. Como si llegar a casa a la una o a las dos de la madrugada es algo que se pudiera permitir todo el mundo.
La liga tiene cuatro o cinco enfrentamientos que, por clásicos e incomparables, deberían marcar con el dedo el transcurso de la temporada. Privado el Oviedo de la élite y despojado del honor de enfrentarse al Sporting, queda el derbi sevillano, los partidos del Athletic contra Madrid y Barça, el duelo entre los poderosos y el Atleti - Real Madrid. Si queremos seguir prestigiando nuestro fútbol no podemos seguir cumpliendo a rajatabla un calendario inepto. Son partidos de fin de semana, de horario Champions, de una expectación tal que deben ser capaces de poner ante el televisor a miles de millones de personas en todo el mundo. Pero nosotros lo hacemos al revés, jugamos cuando nadie puede vernos y después nos lamentamos de que la afluencia a los campos vaya disminuyendo cada año más. Cada vez será peor, al menos mientras sigamos en manos de inútiles.
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